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ANÁLISIS Y OPINIÓN

El lugar del trabajo en la Comunidad Organizada

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A 74 años del Congreso de Filosofía de Mendoza

Acerca del congreso

Generalmente el ideario liberal intentó por todos los medios anular la relación del peronismo con la cultura, y más aún se encargó de construir un relato donde el movimiento obrero estuvo alejado de todo lo que tiene que ver con la producción de conocimiento. Esto se debe a una apelación de carácter dicotómico donde todo lo popular aparece teñido de bárbaro y carente de cultura y lo civilizado quedaba asociado a cierta aristocracia ilustrada que desprecia todo lo autóctono. 

Precisamente una de las efemérides del mes de abril viene a discutir esta cuestión, ya que se recuerda la celebración del Congreso de Filosofía de Mendoza de 1949 y el famoso discurso de la Comunidad Organizada pronunciado, por el entonces Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón. 

La provincia de Mendoza a través de su Universidad había convocado al Congreso en 1947, pero en 1948 se nacionaliza la convocatoria.

El Congreso discute con la falsa antinomia de alpargatas y libros endilgada al peronismo. ¿Qué mayor acto de reflexión que involucrarse en la arena filosófica? El liberalismo durante años bloqueó la posibilidad de pensarnos como nación, es decir, anuló el desarrollo de una filosofía nacional. El Peronismo hijo de la inmigración y la migración, ese laboratorio de almas, que mencionaba Leopoldo Marechal, se dio el lujo de reflexionar acerca de la identidad nacional. 

 

¿Qué lugar ocupa el trabajo en la reflexión y la filosofía peronista? 

Sostener que Perón reflexiona acerca del trabajo únicamente en el discurso sobre Comunidad Organizada del Congreso de Filosofía en 1949 sería injusto con el que fuera tres veces presidente. Si el justicialismo puede ser considerado como un nuevo humanismo o paradigma civilizacional ajeno a la violencia expresada por el capitalismo liberal y el comunismo de Estado, el trabajo se convierte en términos filosóficos como un elemento clave para pensar un orden social más igualitario.

Éste nuevo humanismo no toma al hombre aislado como centralidad, sino que son los trabajadores su principal sustento. Advertimos así la aparición de un trabajador que se desarrolla en Comunidad y se caracteriza por una nueva fortaleza, solidaridad y dignidad en comparación con el viejo paradigma oligárquico donde el trabajador aparecía como humillado, agotado y enfermo. 

El éxito del peronismo en este sentido es invertir la carga de significados, ya no es el capital el que genera el trabajo sino que éste es el que produce el capital. El trabajo es el gran estructurador de la comunidad y el gran generador de riqueza. Al humanizarse esta relación, el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo. 

Para esto será necesario organizar la fuerza de trabajo.

¿Comunidad, trabajo y filosofía?

Partiendo de la idea que todo hombre se desarrolla en comunidad, este concepto aparece como un espacio que se construye en base a la armonía entre opuestos, es decir, una forma de limitar los efectos nocivos del enfrentamiento entre clases. El hombre para el peronismo no es ni pura materia como tampoco es en su totalidad competencia o colaboración. Es la síntesis y equilibrio de ambos que le permiten un desenvolvimiento permanente en comunidad. 

En esta búsqueda de armonía también es posible rastrear el otro gran elemento de la filosofía peronista: la Tercera Posición.

La irrupción del discurso de Perón

Perón aprovecha las jornadas de Mendoza para ubicarse por encima de las discusiones partidarias, ampliando su representación, sosteniendo que el espacio que conducía era algo más que un partido político sino que representaba un movimiento nacional, con doctrina propia. De ahí que la filosofía era un campo de disputa y un desafío para el propio elenco gobernante.

Posicionarse por arriba de los conflictos es lo que le permite al viejo conductor reforzar la idea de Tercera Posición: “Nuestra ‘tercera posición’ es, precisamente, la alimentada por la certeza de que el hombre tiene un destino superior al de su mero desenvolvimiento como resorte productor”. En este sentido el hombre tiene un lugar preponderante como proveedor comunitario, pero también como sujeto que espera de la comunidad. 

Y en esa reflexión también incorpora la felicidad, algo tan propio de la filosofía, el propio Perón le otorga carácter nacional a la felicidad al incorporarla como un elemento necesario para la filosofía nacional.

Felicidad, armonía, respeto, comunidad, libertad, derechos, son palabras que se repiten en este intento de filosofía humanista que tienen como articulador central al trabajo. 

En las jornadas de Mendoza se observa un intento novedoso por reflexionar acerca de la nacionalidad, por pensar la identidad, pero con la identificación y la elección de un sujeto, el movimiento obrero. De ahí que también pueda decirse que por aquellos días se reflexiona acerca del Proyecto de Justicia Social, la construcción de una comunidad sustentada en la dignidad de las personas, en definitiva un nuevo paradigma civilizatorio que procura una comunidad que se supera en base a la justicia.

 

* Columnista de Mundo Gremial. Docente de la materia Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Departamento de Planificación y Políticas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa)

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