ANÁLISIS Y OPINIÓN
Del conflicto a la fiesta: etimología del 1 de mayo peronista
Por Emmanuel Bonforti*
Detrás de una efeméride se encuentra siempre un campo de disputa, posicionamientos ideológicos, cosmovisiones que empujan por una construcción de un relato con pretensiones hegemónicas que buscan imponerse y trascender en el tiempo.
La celebración del 1 de mayo contiene muchas disputas, las próximas líneas describen la reconfiguración del día de los trabajadores en diferentes momentos históricos haciendo énfasis en el cambio de paradigma que ofrece el peronismo en relación a la fecha.
Cuando el 1 de mayo se escribía con sangre.
El anarquismo y socialismo eran a principios de siglo las ideologías dominantes al interior del movimiento obrero, tendencias importadas del conflicto europeo que enfrentaban a la burguesía industrial en ascenso con la clase obrera. En Argentina dentro de los primeros actos que se desarrollaron figuraron los vinculados trabajadores alemanes inspirados en la socialdemocracia y el mutualismo. Para 1892 y con el fantasma de los mártires de Chicago se realizó un evento donde aún no se distinguía una clara distinción entre la fiesta o la protesta social. Esta adquiere claridad ingresando el siglo XX, en consonancia con determinados sucesos violentos ocurridos en Chile y en México. En este clima, la prensa tradicional aliada a los intereses de las clases dominantes denunciaba como vehemencia a los organizadores intentando menoscabar las acciones sindicales, criticando fundamentalmente las motivaciones y los intereses de la manifestación.
En América Latina advertimos gremios que se nuclearon en relación a ramas que se vinculaban con materias primas y productos alimenticios. De lo que se desprendía un fenómeno demográfico novedoso, el movimiento obrero se nutría fuertemente de la ola inmigratoria que se instalaba en los suburbios de las grandes ciudades, lo que trajo aparejado problemas de alimentación, salud, pero también cuestiones vinculadas a condiciones de trabajo. Con lo cual advertimos cómo la cuestión social excedía ampliamente demandas de carácter monetario. Los gobiernos títeres de las oligarquías abordaban la cuestión obrera a través del conflicto, la persecución y la criminalización de la protesta. Esos gobiernos representaban los intereses de los países centrales lo que complejizaba aún más el conflicto social. Las mejoras de las condiciones de vida solo se podían resolver si se contemplaba una lucha de características nacionales que acompañará mejoras en las condiciones de vida de la clase trabajadora. De ahí que los procesos de emancipación a futuro tendrán el componente mixto de defensa de la causa nacional y la causa social.
Así, Argentina “próspera” ingresaba en la era de los conflictos sociales, con la particularidad de que los sectores populares en nuestro país sufrían una doble dominación, esto es, la tradicional explotación capital-trabajo en un contexto de escasa regulación, pero sobre todo una dominación invisible producto de la relación semicolonial entre la oligarquía y el imperio inglés. Los primeros de mayo durante buena parte del siglo XX estaban cargados de violencia, fatalidad y sangre, que ponían en riesgo la falsa estabilidad de la semicolonia próspera. A pesar de que cierta historiografía consideraba como actor central a los obreros inmigrantes es imposible escindir de la lucha a la gran masa de obreros rurales de procedencia criolla que más allá de las postales del 1 de mayo resistían día a día con sus prácticas y herramientas a las condiciones de opresión de la Argentina agro exportadora.
Cuando la clase obrera va al paraíso
Como vimos con anterioridad el recuerdo del primero de mayo se escribió con sangre durante los primeros años del siglo XX, como también ya entrada las décadas del 20 o del 30. Está caracterización también se daba producto de un clima a nivel mundial envuelto en tensiones sociales e ideológicas, que derivaron en grandes cambios y movimientos a lo largo del siglo, la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la emergencia de los Totalitarismos, la Segunda Guerra Mundial, y la posibilidad latente de un tercer conflicto bélico de características nucleares.
En ese contexto en Argentina se daba una experiencia única, se desarrollaba una propuesta civilizatoria (el proyecto de Justicia Social, conocido como Justicialismo) que parte de una lectura situada de un mundo que se sumergía en un conflicto ideológico con dos grandes cosmovisiones. Los que aparecían como opuestos (capitalismo/socialismo de Estado) terminaban vinculándose en algún punto producto de vocación ofensiva para con los países periféricos.
La nueva propuesta civilizatoria, parte de nivelar las tensiones entre la competencia y la colaboración y tomó como punto de partida necesario a la organización de la fuerza de trabajo, al revalorizar a este actor rompía con la tendencia de la Argentina oligárquica que señalaba al movimiento obrero como potencial enemigo.
Este es el punto de partida para pensar en la nueva Argentina y la resignificación del 1 de mayo. A pesar de que ciertos sectores consideraron como retardataria en el plano de la lucha social, lo cierto es que al peronismo no solo hay que entenderlo en sus intentos de nominación, sino también en sus hechos concretos.
Así fue que el nivel de vida de los sectores históricamente vulnerados creció a partir de 1946 como nunca había sucedido no solo en el país, sino también en la región. Por primera vez se hacía costumbre las salidas nocturnas en las familias trabajadoras, las vacaciones, el ocio y el esparcimiento. Es que el peronismo le abría la puerta a la clase trabajadora a lugares que siempre se le había negado el acceso. Un solo dato a tener en cuenta, hasta 1940 habían asistido a las salas de cine 24 millones de personas, para 1954 el número asciende a 67 millones.
En la vieja Argentina los trabajadores bajaban la vista cuando se acercaba el patrón, el peronismo con su batería medidas que apuntaron a la organización de la masa de trabajo, posibilitó un trato igualitarios y humano entre el capital y el trabajo.
Asistimos a una nueva concepción de la armonía entre el ser y poseer, en la posibilidad de disfrutar de realidades materiales hasta el momento bloqueadas, a una nueva relación con el entorno laboral, entre la familia y los compañeros de trabajo. Una comunidad que sostiene su relación en la fortaleza de los lazos de proximidad producto de la justicia social. En ese orden de cosas se explica la resignificación del 1 de mayo, de la tragedia a la fiesta de los trabajadores, postales de una propuesta civilizatoria.
* Columnista de Mundo Gremial. Docente de la materia Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Departamento de Planificación y Políticas de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa)